• Miércoles 20 de mayo del 2020

    Al parecer el confinamiento se resume en 9.845 palabras. Muchas repetidas como incertidumbre, qué ironía. Otras más tímidas como esperanza, qué desconcertante. Nombres de personas que marcaron mi cuarentena, que le dieron un sentido. Recuerdos del ayer, como aquella película de Isao Takahata. Ahora, quedarán estas oraciones transmutadas en un compilatorio de emociones lanzado al azar de los días de encierro. Aunque sea una anécdota les quedará a nuestros nietos cuando repasen la cuenca de sentimientos que desembocaron en estas hojas de papel, tan ficticias como ellos. Un accidente geográfico que se desbordó en su camino, inundó el raciocinio y al final logró llegar a un mar abierto, desconocido y sediento de nuevos relatos. En lo que concierne a los renglones de este diario, ya se gastaron y no hay deseos de comprar uno nuevo. Los textos dedicados a las pandemias deberían estar destinados a ser óperas primas y nada más.

  • Martes 19 de mayo del 2020

    El porvenir es la incertidumbre más grande con la que aprendemos a vivir. No como la zozobra que vivimos a media pandemia, esa que nos derrumbó la falsa certeza de que tenemos todo bajo control. Ya esta última no existe, aparentemente necesita solo un término como ‘nueva normalidad’ para aliviar los dolores. No dejo de pensar que se trata de una curita puesta en la fisura de una presa a punto de estallar. Volvamos al porvenir, tan desconcertante como percatarse de lo efímeros que somos, lo fugaces, lo finitos, y aun así una de las palabras más llenas de esperanza hasta para los más pesimistas. Pensamos que el universo está de nuestro lado. Si estamos sufriendo, aliviará el dolor. Si estamos felices, nos llenará de más alegría. En el porvenir puede pasar cualquier cosa, pero, por más contradictorio que parezca, en nuestras mentes se forja el mejor de los escenarios. Que lo que esté por venir me dé paz, te dé paz, nos dé paz.

  • Lunes 18 de mayo del 2020

    Lo confieso: ya no me lavo las manos con tanta frecuencia como lo hacía antes. Ese impulso que me daba a cada rato de quitarme el coronavirus de las palmas. También me he sorprendido a mí mismo en media faena con el jabón haciendo una versión exprés del lavado recomendado. He tenido que concentrarme, comenzar de nuevo y cantar cumpleaños. A lo que he recurrido más es al alcohol en gel, que no es el arma más infalible, pero alivia a este ser hipocondríaco en su abstinencia. Hacer esta confesión pública es el primer paso. Permiso, que me voy a ir a lavar las manos porque lo que se ha ido extinguiendo es la responsabilidad social, el bichillo ese seguirá con nosotros.

  • Domingo 17 de mayo del 2020

    Salí a comprar un ejemplar de El Correo. Hoy venía un tributo a las víctimas de la pandemia en Euskadi. En realidad, compré dos: uno se lo deja el de Antequera y otro se va para Extremadura. La madre que perdió a su hijo de 36 años, el más joven de las personas que aparecen en el especial. Me comprometí a enviárselo para que tuviera ese recuerdo que la acompañe en su dolor. Ni todas las planas que salgan de las rotativas del mundo entero podrán componer su corazón lleno de agujeros, pero al menos cada vez que vea la fotografía de su hijo en el papel podrá evocar los momentos felices que vivió a su lado.

  • Sábado 16 de mayo del 2020

    La música es el museo por excelencia de los recuerdos y las emociones. Las melodías y letras te transportan en segundos a un momento, feliz o triste, que has vivido. Se convierte en un retrato de las personas que dejamos de ver. Como cuando escucho cualquier canción de Ana Gabriel, de inmediato me veo en la cocina de mi casa viendo a mami haciendo sus quehaceres, amenizados con una radio de antena. O cuando caigo nuevamente en la versión salsa de ‘Vuela muy alto’, automáticamente me convierto en el copiloto de Nati (con Fer, Vero y Esteban en el asiento de atrás) en el último paseo que dimos antes de mi llegada a Bilbao. Y para no dejar de mencionar a Ana I, con cualquiera de Bomba Estéreo revisito una reunión en el aparta de Zapote. A veces reaparece Passion Pit, Kings of Leon o CocoRosie, y de repente estoy caminando entre Letras y Sociales de la UCR. Y que no escuche una marimba porque las lágrimas buscan la salida. Justo en el momento en el que estoy escribiendo este diario me salta ‘L.I.F.E.G.O.E.S.O.N’ de Noah and the Whale. Ahí va, una más para el ‘soundtrack’ del confinamiento.

  • Viernes 15 de mayo del 2020

    Hoy publicamos el capítulo 13 de ‘Relatos en tiempos de pandemia, el podcast’. Olvídense de las supersticiones porque Pablo y yo tuvimos la suerte de poder conversar sobre literatura con el profesor César Coca, quien siempre contagia las ganas de sentarse en el sofá acompañado de un buen libro. Me sentía un poco nervioso por la entrevista, no lo voy a ocultar, pero al final se tornó en una charla muy amena. Yo ya tengo anotada mi próxima lectura: Una música constante, de Vikram Seth. Y les cuento un secreto, el nombre del profesor estaba en la lista de los invitados que queríamos tener, incluso cuando el podcast no tenía ni siquiera apellido. Y para que no se queden con las ganas de escucharlo, acá lo pueden hacer: https://bit.ly/podcast-rtp-13

  • Jueves 14 de mayo del 2020

    Me imagino que andará alguno por ahí diciendo que me ganó en una partida de ajedrez. Si el jaque mate fue pura suerte, pensé que mi reina era mi rey. Confundí las coronas. Qué sé yo de monarquías. En fin, acepto la derrota, espero que me acepten la revancha. Lo que de seguro no cuenta mi rival, el de las piezas negras, es la paliza que le dimos Gorka y yo en el Uno. Pero bueno, gran costumbre hemos instaurado en el itinerante club de los jueves, que lo mismo se instala un miércoles que un lunes, lo importante es el buen rato.

  • Miércoles 13 de mayo del 2020

    La cuenta de National Geographic en Instagram mostraba una escena de terror. Un hormiguero humano multicolor. Brazos, cabezas y piernas apiñados en un solo sitio. Se trata del Sanja Festival, una de las tradiciones más populares de Tokio que atrae a miles de personas durante el mes de mayo. Ver esa marejada de personas me provocó ansiedad. Quién sabe hasta cuándo nos sentiremos cómodos estando, o incluso viendo, una escena similar. Por el momento, el Sanja Festival quedó pospuesto hasta octubre. Responsabilidad social, lo que les falta a muchos que con apenas unos días de desconfinamiento incumplen con las medidas para resguardar el bienestar colectivo. Yo muy iluso pensaba que el individualismo humano se iba a extinguir en el encierro. Todo lo contrario, al parecer se multiplica.

  • Martes 12 de mayo del 2020

    Durante este confinamiento (y desconfinamiento) los recuerdos han sido mis acompañantes más fieles. Mientras me lavo las manos me viene a la cabeza algún episodio del pasado al azar como cuando estaba haciendo fila para entrar a la casa de Frida Kahlo en México. Cuando cocino escucho en mi mente a los zanates que se amontonan en el árbol de Guanascaste frente al Hospital La Anexión de Nicoya al final de la tarde. Cuando leo me recuerdo caminando por la Avenida Central de San José en medio del recital de números que ofrecen los vendedores de lotería. Y así, varias veces durante todos estos días de encierro. ¿Será que el cerebro rebobina para evitar que los momentos vividos, buenos y malos, sean sustituidos por otros monótonos y aburridos? En otra pandemia les cuento si estaré recordando cuando recordaba estos recuerdos.

  • Lunes 11 de mayo del 2020

    Veía un video sobre comfort food (¿comida reconfortante?) de diferentes personas alrededor del mundo. Creo que todos coincidimos en que comer nos hace felices, trascendió hace mucho tiempo el ser solo una necesidad humana y se ha convertido en un aspecto vital de nuestras vidas. Pienso en mi comida reconfortante y solo se me pueden venir a la cabeza platillos elaborados por mami. Uf, qué difícil elegir. Creo que me quedaré con el arroz con pollo y el flan de coco. El primero porque me recuerda a cuando me iba de casa y ella se levantaba de madrugada a prepararme una ración para que cuando llegara a San José tuviera el almuerzo listo. El segundo porque es el postre de celebración por excelencia: cumpleaños, rezos del Niño, navidades, cualquier excusa. Ambos porque saben a amor. ¿Cuál es tu comfort food?

  • Domingo 10 de mayo del 2020

    Que llueva todo lo que tenga que llover estos días de encierro para que, cuando vaya a salir, no me llueva a mí. Yo parezco tonto con esta cantaleta, pero es que en serio nunca había estado en un lugar donde el cielo estuviera tan roto como en Bilbao. Y tengo más de 10 años de vivir en San José, donde hay aguaceros unas tardes y las otras también. Me imagino que será parte del encanto del que yo no me siento cautivado aún. Otro detalle, aquí no llueve con normalidad, caen unas gotitas necias, pelos de gatos como le llamamos en mi país, que empapan peor que un torrencial. Por cierto, recientemente escuché cómo suenan los truenos en este continente, les arruino la no-sorpresa, retumban igual que en el trópico.

  • Sábado 9 de mayo del 2020

    Cómo extraño el olor a culantro fresquito. En la bolsa, 10 granadillas para las meriendas de la semana, un kilo de moras bien aciditas para la ensalada, un par de guayabas (una para mí, otra para Ronny), jocotes tronadores de esos que mordés y se les sale el jugo, y muchos cases que terminaré comiéndome con sal. Si hay guabas o manzanas de agua, llevo algunas. Se me hizo agua la boca con solo escribir esto. Bueno, sigo con las compras imaginarias. Un par de plátanos para los patacones, tal vez deje madurar uno para comerlo frito, camote para el puré, vainicas para el arroz con pollo, y pejibayes, yo no soy mucho de comprarlos, pero me antojé. También voy a llevarme una yuca para la sopa, ojalá no se me dañe. Me voy ahora a donde la quesera para que me aliste medio kilo de queso Turrialba. Me da a probar un pedacito, mmm, con una tortilla recién hecha… de chuparse los dedos. Voy a llevarme elotes tiernos para hacer chorreadas y alimentar mi alma guanacasteca. Cómo me hace falta ir a la feria del agricultor en Guadalupe, cómo extraño el olor a culantro fresquito.

  • Viernes 8 de mayo del 2020

    Recibí una muy mala noticia desde el patio de mi casa en Costa Rica. Al pobre de Bucky lo dan por desahuciado. El veterinario dice que una anemia le ha destrozado los órganos y que será cuestión de tiempo para que ya no se pueda poner en pie. La verdad es que yo he pasado poco tiempo junto a él porque llegó al hogar de mis papás cuando yo ya no vivía allí. Pero ustedes saben cómo son los perros, un cariñito y ya el amor se les sale por la boca. Cada vez que llegaba de visita tenía que quitarme las patotas de encima, más de una vez hasta me rasguñó sin querer. Ahora me dolerá más cuando regrese y esas patotas no se posen sobre mí.

  • Jueves 7 de mayo del 2020

    «Desde lo alto de su palco mira al pueblo esclavizado por un virus. Débiles, piensa. A la emperatriz la cubre un manto celestial que la protege de las pestes y las hambrunas. Ella no se adapta a la vida, la vida se adecúa a sus circunstancias. Cualquier persona tendría esas ínfulas si hubiera sido mecida en una cuna de diamantes. Pese a tener de todo, siempre le hace falta algo. Nada es suficiente para alguien de su linaje, nadie puede tener más que ella. Si es que la soberbia venía atada a su cordón umbilical», última entrega de ‘La colmena’: https://bit.ly/colmena-7.

  • Miércoles 6 de mayo del 2020

    Qué difícil es escuchar a una madre a la que le han arrancado el corazón. Su llanto suena a desesperanza. Sus palabras se caen al suelo a falta de fuerza que las sostenga. Normal, si ni siquiera ha podido recoger las cenizas de su hijo, que la estarán esperando a kilómetros de distancia. Si el dolor no fuera suficiente, sucede durante uno de los períodos más difíciles que ha enfrentado la humanidad. Yo al otro lado de la línea intentaba reconfortarla, pero qué voy a saber lo que se siente que el ser que cargaste en las entrañas se vaya para siempre. Al menos su alma nublada se despejó parcialmente cuando recordó la última Navidad que pasaron juntos. Mientras tanto, yo contenía las lágrimas durante la conversación, luego las dejaría caer.

  • Martes 5 de mayo del 2020

    Parece como si de repente hubiera viajado al futuro. Vi una plaza llena de niñas y niños azotando el aburrimiento a punta de carcajadas. Una pareja vestida de verano paseaba a su perro hiperactivo, ansioso de que la correa que lo ataba a ellos desapareciera para correr hasta jadear. En una banqueta había una cuadrilla de amigos con gaseosas en mano en medio de una competencia por ver quién contaba la anécdota más graciosa. El de la camiseta blanca iba ganando. Miro el calendario y veo que apenas es 5 de mayo. Qué alivio, no se formó un portal interdimensional a la salida de mi edificio. Entonces, ¿por qué todos actúan como si no estuviéramos en medio de una pandemia?

  • Lunes 4 de mayo del 2020

    Si alguien me ha ayudado a mantenerme a flote durante la pandemia, ese ha sido Pablo. No sé cómo lo hace, pero siempre sale con alguna tontería que me hace reír. Si es que tiene un ingenio el hombre. No se puede enojar uno con este mae, ni en los momentos más estresantes de ‘Relatos en tiempos de pandemia’, así no se vale. En su mochila carga unas ganas de hacer periodismo del bueno que levanta cualquier pasión caída por este oficio. Gran dupla para grabar un podcast: yo, que arrastro mis erres, y vos, que te ahorrás las eses. ¡Qué ganas de ir a Elanchove! Vos sos muy de antojar a la gente de aventuras pueblerinas, ¿no? Feliz cumple, illo.

  • Domingo 3 de mayo del 2020

    No me dan ganas de salir a la calle. No tengo motivos para hacerlo. No me malinterpreten, quien lo ha hecho genial, qué dicha que han podido ver otro paisaje diferente al de las paredes de una casa. Yo simplemente no siento la necesidad. Sí he de confesar que me da un poco de miedo echar a la basura dos meses de confinamiento, pero son cosas mías, insisto. Espero que no se trate de algún síndrome de rehén que se me haya pegado durante la pandemia.

  • Sábado 2 de mayo del 2020

    Hoy volví a sentir el incendio en mis entrañas cuando vi de nuevo la señal del metro de Berlín. Esa U vigía en lo alto, ese nombre a la entrada que me hacía sentir ajeno, ese mapa convertido en un manglar frente a mis ojos. Y la ausencia de paz, también ardía en el pecho. En mi cabeza se daba una batalla entre el consuelo y la culpa por haber perdido mi pasaporte de camino al aeropuerto. ¿Qué voy a hacer ahora? Llorar para intentar apagar las llamas. Después de superar esta experiencia, me había convencido a mí mismo que no habían quedado secuelas, pero, al volver a ver las calles de Berlín a través de una serie, las quemaduras volvieron a escocer. No quiero guardarle rencor a una de las ciudades que siempre soñé con visitar, pero jamás imaginé que estas cenizas volverían a prenderse como por combustión espontánea. Tendré que acostumbrarme a guardarlas en una urna como si de un antepasado se tratara. En cualquier momento alguna chispa se avivará de nuevo.

  • Viernes 1 de mayo del 2020

    Pensé que, tras varios años consecutivos de trabajar los 1 de mayo, me iba a salvar de ello en el 2020. Pues no, aquí estoy en la faena, en circunstancias distintas, eso sí. Lo bueno es que se trata de una jornada bonita. El privilegio de poder hacer lo que a uno le gusta. Los que también se la pasaron de lo lindo fueron los vecinos del frente. Sigo fascinado con la amistad que tienen. No hay día sin charlas salpimentadas con carcajadas. Hasta brindis hubo entre los balcones. ¡Salud!

  • Jueves 30 de abril del 2020

    Las nubes de Bilbao están actuando muy sospechosamente los últimos días. Han vuelto a romper en llanto, no sé si de alegría o tristeza. Alguien les habrá contado que la gente comenzará a salir de sus refugios muy pronto. Lástima los días desperdiciados de sol radiante. Vuelve la ciudad a esa mala costumbre de llover cuando le da la gana. Lo peor es que dos meses de confinamiento no han sido suficientes para comprar el sustituto al paraguas que dejé olvidado quién sabe dónde. Que las nubes hagan lo que quieran, ya quisiera cualquiera tener la confianza de moverse al ritmo del viento.

  • Miércoles 29 de abril del 2020

    Recientemente me he preguntado si extrañaré algo de este confinamiento. Todo dependerá de qué hábitos se vayan y cuáles se queden. Estoy convencido de que no echaré de menos la incertidumbre, sé que es algo que me acompañará en otros contextos de mi vida, pero como esta que venía incrustrada a la pandemia no lo creo. ‘Relatos en tiempos de pandemia’ sí que lo voy a extrañar, todo, absolutamente todo lo relacionado con este proyecto que me ha acompañado en los momentos más difíciles de las semanas de encierro. Pero bueno, al final todo expira, así que a disfrutar lo que se pueda en su momento y a desechar de la memoria lo que no merece la pena.

  • Martes 28 de abril del 2020

    No deberíamos acostumbrarnos a vivir en un mundo donde la posverdad sea parte de nuestra cotidianeidad. Nuestra obligación es defender la verdad, dejar de suponer que hay una mentira lo suficientemente irracional para que alguien caiga. En este contexto, si una persona miente, lo hace porque cree que hay alguien que la va a creer. Esa es la lección que me llevo del que es, hasta la fecha, mi libro favorito del 2020: Posverdad, de Lee McIntyre. Y como no solo de libros vive el ser humano, Gorka, Pablo y yo queríamos entrarle al ‘Monopoly’, pero no lo encontramos. Al final terminamos jugando en esa página donde te lanzan en un sitio aleatorio del mapa y tenés que adivinar dónde estás. Fracaso estrepitoso para mí. Llegó luego el turno de ‘Quién quiere ser millonario’ (o una copia pirata de este). Qué problema que las palabras Ares y Hades se parezcan tanto porque creo que, si Gorka no hubiera escuchado mal, nos habríamos llevado el millón de euros.

  • Lunes 27 de abril del 2020

    ¿Cómo se le llamará al miedo de hacer planes a futuro? Y no hablo de proyectos grandes, sino de cosas a pequeño y mediano plazo. Creo que es un sentimiento que vivimos todos últimamente. Como que no queremos llevarnos un golpe otra vez. También es curioso el sentimiento de culpa por las salidas que pospusimos sin ninguna justificación más allá de la pereza. Quién sabe hasta cuándo estaremos balanceándonos en este limbo. Yo, por mi parte, me estoy aburriendo de jugar a las escondidas con la confianza.

  • Domingo 26 de abril del 2020

    La fotografía de una niña que salió a pasear con su muñeca, ambas con mascarilla, me generó una melancolía extraña. Como que va a pasar algo que aún no me creo, aunque hace rato he estado esperando que suceda. No me quiero desilusionar. Me alegra que hoy los más pequeños pudieron salir a jugar, a disfrutar de la primavera (¿será tan cruel la vida que en verdad no llegaré a conocerla?). También me enojo con los irresponsables que se toman a la ligera estos pequeños pasos que hay que dar para volver a nuestras vidas fuera del encierro. El problema es que, si se resbala uno, el golpe nos lo llevamos todos.

  • Sábado 25 de abril del 2020

    ¿Qué les podré contar de la visita al supermercado que alguno no conozca? Esta vez fui más inteligente y me llevé los audífonos para poder escuchar un podcast mientras esperaba que la fila avanzara. Hoy ha ido más lenta que de costumbre. Una adulta mayor desde uno de los apartamentos del frente se entretenía viendo la pasarela que mostraba las últimas tendencias en mascarillas y guantes de látex. Llevaba en mente no olvidarme de comprar helado como la vez anterior, no sé cómo sobreviví dos semanas así. Lo malo es que destiné tantas energías a dicha tarea que olvidé la prestobarba para quitarme el puño de vellos faciales que tratan de emular una barba. Seguiré con look de cuarentena, qué se le va a hacer.

  • Viernes 24 de abril del 2020

    La fecha de hoy me recordó a mis años universitarios. En la sede Rodrigo Facio de la Universidad de Costa Rica hay una plaza que se llama ‘24 de Abril’, en conmemoración de una de las más importantes luchas estudiantiles de mi país. No les voy a dar una clase de historia en estos momentos. Lo lindo fue que logré pasearme por allí a la distancia transportado por los recuerdos. Cuando creía que dejarme crecer el cabello y no peinarlo era una buena idea. Cuando los amigos nos quedábamos a conversar tras una clase mientras los pericos de Ciencias Sociales hacían nido en el quinto piso. Cuando me sentaba debajo de algún árbol a leer una de las tantas antologías. Guardo con mucho cariño esa época de mi vida. Me reconforta traerla a mi memoria.

  • Jueves 23 de abril del 2020

    Me alegro por haberle hecho caso a Pablo el día que me dijo que hiciéramos un proyecto durante la cuarentena. ‘Relatos en tiempos de pandemia’ ha sido la ventanita que permanece abierta y que me llena los pulmones de aire. Hoy dediqué la mayor parte del día a los contenidos y es increíble la manera en la que se me pasan las horas. No voy a decir que de vez en cuando no hay algún momentillo de estrés, pero es poco en comparación a la satisfacción que me deja. Punto y aparte, también son bocanadas de aire los encuentros con amigos. Estuvo buena la entrevista improvisada en la que se convirtió la videollamada entre Pablo, Gorka y yo por la noche. Que se repita.

  • Miércoles 22 de abril del 2020

    En la casa de mis papás hay un pollito ciego. En una pelea con uno de los hermanos lo dejaron sin ojos. Tuvieron que encerrarlo aparte porque el pobre no sabía ni siquiera hacia dónde ir y no podía comer. En el reporte de hoy me comentaba mami que tenía alimento en la taza, pero este se fue a las esquinas. El pobre pollo picoteaba en el centro sin encontrar los granos de maíz quebrados y no le quedaba más que tragar aire. Esto la conmovió y enseguida fue a llenarle el recipiente con comida. “Él no sabe que yo existo, pero yo sí sé que él existe”, me dijo mi madre. Nos reímos porque le dije que iba a incluir esa frase en el diario y aquí está. De seguro se está riendo en estos momentos mientras lo lee. No voy a arruinar el momento haciendo alguna analogía con una situación actual, qué se yo, una pandemia o algo por el estilo. Que cada quien haga la propia.

  • Martes 21 de abril del 2020

    «Costa Rica, el país mejor calificado de América Latina en libertad de expresión y derechos humanos, constituye una excepción en una región corroída por la corrupción, la inseguridad y la violencia cotidiana contra la prensa. Los periodistas del país pueden ejercer su oficio tranquilamente y cuentan con un sólido marco jurídico en materia de libertad de expresión», destaca el más reciente informe de Reporteros Sin Fronteras. Esa pequeña nación centroamericana es además la séptima a nivel mundial. Estas noticias siempre llenan de orgullo, pero lo esencial es seguir defendiendo este privilegio del cual no gozan otros ciudadanos en el planeta. Aquí dejo constancia de mi compromiso con esa tarea, ejerciendo el periodismo con responsabilidad, rigurosidad y sensibilidad social.

  • Lunes 20 de abril del 2020

    “Gracias por darme ánimos. Por dicha durante los últimos días he tenido muy buen humor. No sé qué pueda contarte que no sepás ya. Lo único que se me ocurre es que siempre actúo pensando en que vos podás estar en paz. Hago la tarea hoy para quitarte el peso de encima mañana. Para que podás vivir tu presente. Tal vez debería aprender esa lección y tratar de vivir mi propio presente. Siempre espero de vos lo mejor y espero que cuando mirés hacia atrás te sintás orgulloso. Decís que todo pasará. Me aferro a esa esperanza, así que no me queda más que seguir tu consejo. Seré paciente”. Telegrama a mi yo del futuro.

  • Domingo 19 de abril del 2020

    “Todo salió bien. Los miedos ya no están, aunque ahora son otros porque los temores nunca se van del todo. Lo que pasó quedó en el pasado. Lo que no quedó en el pasado fuimos nosotros, los que logramos avanzar. Eso sí, no volveremos a ser los mismos. Podés salir, sudar en los días de sol, enojarte con los días de lluvia. Ahora, podés intercambiar sonrisas en persona, ver las calles vivas de nuevo, pasear entre la gente. Abrazar, podés abrazar de nuevo. Así que, ¡ánimo! Todo pasará. No puedo decirte cuándo, solo tenés que ser paciente”. Telegrama de mi yo del futuro.

  • Sábado 18 de abril del 2020

    Cuando sos pequeño te preguntan a cada rato qué querés ser cuando seás grande. Como si uno no estuviera ocupado jugando. Yo siempre decía que sería médico. Cuando crecí, fui abandonando ese deseo por una razón muy simple, no se rían de mí. Yo dejé mi futuro en la medicina porque no quería un trabajo con horarios extenuantes y que me pudieran llamar en cualquier momento para atender una emergencia. Y terminé siendo periodista… Bueno, pueden reírse un poquito. Estos días he pensado qué haría el Luis médico que nunca existió frente a una pandemia. La verdad no tengo la respuesta. Mi admiración y respeto por todas esas personas que ven de frente al monstruo. Aunque no hubo Luises cajeros de supermercados, Luises repartidores o Luises recogedores de basura, también admiro y respeto a todas esas personas que de igual manera deben salir a trabajar en medio de la crisis sanitaria. Ya han recibido muchos agradecimientos, pero nunca serán suficientes, acá va otro más: muchas gracias.

  • Viernes 17 de abril del 2020

    La mosca volvió a entrar a mi cuarto. Llevo dos noches durmiendo con la ventana semiabierta debido al calor que siento. A lo mejor así se siente la primavera, no lo sé, aún mis ojos no la han visto. El insecto tornasol ingresa por error a esta habitación durante su exploración a tres pisos de altura, pero inmediatamente se arrepiente de su ruta. Quiere salir y, en su desesperación, golpea su cuerpo contra el vidrio transparente, que para el bicho no es más que una barrera invisible que le impide seguir su curso. Yo le ayudo abriendo más la ventana hasta que logre volar lejos de mi encierro. Dichoso. Parece ser que ahora en mi rutina de cuarentena debo añadir la atención de moscas. A lo mejor mañana me vuelve a visitar.

  • Jueves 16 de abril del 2020

    Hace rato dejé de contar cuántos días llevamos o cuántos faltan. No me hace bien estar en esas, creo que a lo largo de este diario ha quedado en evidencia. Pero se habrán dado cuenta que hoy se cumple un mes desde que comenzamos a llenar estas páginas intangibles con nuestros pensamientos durante la cuarentena. Este ejercicio que se siente temporal y eterno al mismo tiempo. Que ha supuesto un cajón donde podemos gritarle a la zozobra (otra vez esa palabra). La ventana abierta que deja escapar a las emociones. Unos días mejores que otros, como nuestro estado de ánimo. Aquí quedará parte de nuestras memorias de la pandemia. Seguiremos escribiendo, quién sabe hasta cuándo.

  • Miércoles 15 de abril del 2020

    Como todas las tardes, salen las vecinas del frente a conversar desde sus balcones. Me doy cuenta porque una de ellas tiene una risa estridente que provocan deseos de saber qué es tan gracioso. No creo que sea una amistad que se haya forjado en cuarentena, pero no hay duda de que la necesidad de socializar las ha empujado a hablar todos los días para liberarse del encierro. Yo nunca he logrado construir ninguna relación más allá del saludo de buenos días con mis vecinos, entonces el concepto de tenerlos como amigos me es ajeno; sin embargo, pienso en lo importante que es poder contar de vez en cuando con alguien con el que compartís al menos una pared. Pero eso se hace cuando no hay pandemias. Lo pondré en la lista de cosas por hacer y que probablemente nunca haré.

  • Martes 14 de abril del 2020

    ¿Quién iba a creer que el optimismo iba a sonar como una lijadora eléctrica? Pues así fue como me desperté este día. No voy a echarle la culpa al ruido de la herramienta por tirarme de la cama, pero sí me acompañó durante los últimos minutos del trance entre el sueño y la vida a ojos abiertos. Me recordó por un momento a un día cualquiera en la casa de mi infancia y adolescencia, la cual tenía justo al lado un taller mecánico. El concierto de martilleos, chirridos, tintineos y cualquier otra onomatopeya que pudiera hacer aquel montón de tiliches era parte de nuestras mañanas y tardes, a veces de las noches también. Me volví a explayar, como es habitual en nosotros los hipertextuales, vuelvo de nuevo al presente. El asunto es que el tallercito mecánico frente al edificio volvió a levantar las cortinas de hierro y está trabajando nuevamente. Eso anima, ¿no? Vamos poquito a poquito levantando las cortinas de hierro que le pusimos a nuestra normalidad y abrimos de nuevo nuestros locales, eso sí, con alguna remodelación, por esos rumores que andan diciendo que ya no seremos los mismos.

  • Lunes 13 de abril del 2020

    Lo bueno de esta rutina de no tener rutina es que puedo hacer o dejar de hacer alguna actividad sin remordimiento. Alterar la agenda del día. Dedicar más tiempo a lo que me gusta e ignorar lo que no me agrada. Lo malo de esta rutina de no tener rutina es que pienso en su origen y en su futuro, y eso me carcome la paciencia. Si tuviera que nominar una palabra como la palabra de mi confinamiento, así como si tuviera complejo de diccionario inglés, sin duda sería zozobra. Por dicha, recientemente los ánimos están a tope, hay motivación para seguir caminando, para seguir esperando.

  • Domingo 12 de abril del 2020

    Pienso en mami. Un domingo de resurrección como hoy, pero del año 2005, parió a su única hija y la menor de cuatro hermanos. Tenía 40 años en ese entonces. Dice que ella siempre quiso tener una familia grande y se le cumplió. Mi soporte y mi inspiración. Desde que me fui de casa para irme a estudiar a la capital, acostumbramos contactarnos todos los días por teléfono. Hablamos de todo un poco como los locos, diría ella misma. Es de esas personas con las que podés conversar hasta de la tontería más insignificante, pero que para ambos significa construir recuerdos. Yo amo la cocina porque ella ama cocinar. Mi meta es ser memoria de su recetario nunca escrito. Cada arroz con leche, cada flan de coco, cada chorreada que comparta sabor, aunque sea un poquito, con los que ella hace para mí es la gloria alcanzada. De su resiliencia, su solidaridad, su fe, su amor, también aspiro a ser memoria.

  • Sábado 11 de abril del 2020

    Pienso en papi. Debe de estar viendo sus películas de Van Damme o Steven Seagal, esas que se sabe al derecho y al revés. Hombre más fanático de los filmes de acción no conozco, en eso no nos parecemos porque no me mueve ni una fibra ese género. Igualmente, a veces me sentaba un ratito a acompañarlo a ver las batallas bélicas que para los costarricenses siempre serán solo ficción. Hoy puede descansar; sin embargo, ya el lunes tiene que volver al trabajo. La casa a su cargo no se construirá sola. Una de las lecciones más grandes que me ha dado, y creo que aún no lo sabe, se dio en aquellas tantas vacaciones que me llevó como peón. Jamás las tareas que hacía se iban a comparar con las de los que no eran el hijo del maestro de obras, pero para mí fueron combustible para seguir estudiando y poder retribuirle algún día un poquito de lo mucho que él nos ha dado. Y creo que me encaminó bien. Que papi siga viendo las películas de Van Damme y Steven Seagal, desde aquí yo lo admiro.

  • Viernes 10 de abril del 2020

    He pasado comparando los días de cuarentena con un Viernes Santo: el día más aburrido del año. De niño recuerdo que se me hacía eterno. En mi casa no se salía de paseo durante esta época y la televisión abierta no ayudaba en nada pasando películas que combaten el insomnio. Un bostezo total. Ya siendo adulto la situación no ha cambiado mucho, sobre todo porque, aunque quisiera salir, todos los comercios están con la puerta cerrada. Ahora son circunstancias distintas. Irónicamente este Viernes Santo no se siente como los otros. Por supuesto que es el primero de mi vida que paso en medio de una pandemia, pero lo viví tranquilo, sin ninguna preocupación, viendo una serie que me hace llorar cada capítulo (y ayer vi seis seguidos), jugando videojuegos y leyendo un libro interesantísimo sobre la posverdad. Hoy conocí al Viernes Santo cuyo segundo apellido no es “Aburrido”. Mucho gusto.

  • Jueves 9 de abril del 2020

    Todos los días me asomo a la calle frente a mi ventana esperando ver no sé qué. En serio, aunque estuviéramos fuera de la cuarentena no es como que vaya a pasar un desfile de elefantes o algo exótico. A lo mejor es un reflejo de mi mente. Antes lo hacía para ver si estaba lloviendo o no, pero ahora, ¿qué me importa la lluvia?, ¿qué me importa el sol?

  • Miércoles 8 de abril del 2020

    Hoy engullí una bocanada de aire después de estar varios días sumergido en la zozobra. No me hago ilusiones ni nada parecido, pero es un alivio saber que no me voy a ahogar por el momento. Yo no sé nadar, no lo digo de manera metafórica, sino en la vida real, entonces por ahí van mis temores también. El calendario sigue recordándome que en estos días estaría en Portugal con mis amigas Fer y Nati, pero ellas están en Costa Rica y yo en Bilbao, fin de la historia que nunca pasó. Vamos a salir a flote. Vamos a salir a flote.

  • Martes 7 de abril del 2020

    Apenas me desperté comencé a rebobinar el sueño que había tenido esa noche. ¡Qué frustrante es cuando nos acordamos que tuvimos un buen relato onírico, pero luego se nos olvida! Lo fui recordando por extractos, andaba con Pablo en alguno de esos pueblos cuyos nombres tardo semanas en aprenderme. Caminábamos por un malecón ficticio donde morían las olas de un mar inexistente. En algún momento nos sentamos y comencé a leer un libro. En eso Pablo me lo quitó de las manos, comenzó a moverlo en el aire y me dijo: “No olvides leer siempre la contraportada”. El resto del sueño se esfumó de mi cabeza, no hay más información, pero me dio gracia esa frase. Uno siempre se pone filosófico y comienza a buscar los significados ocultos. Tal vez sí haya alguno. O tal vez simplemente era mi subconsciente descifrando la naturaleza obsesiva del malagueño. No sé. Sea lo que sea, seguiré leyendo la contraportada de los libros. A lo mejor algún día encuentro la repuesta.

  • Lunes 6 de abril del 2020

    Hay un momento por las mañanas en las que me siento completamente solo. Precisamente entre las 8 y pasadas las 9 de la mañana. Justo cuando procedo a escribir este diario. Es esa sensación egocéntrica de creerse el único ser vivo sobre la Tierra, pero también ese sentimiento desolador que da saber que no hay nadie a quien le preocupés o por quien preocuparse. Solo. Si nadie te piensa, no existís en los universos ajenos. Es fuerte sentir que a nadie le importás. Ya sé, ya sé, son tribulaciones de la mente, y ninguna persona te puede pensar si está dormida. Nadie me tiene “madrugando” los días de cuarentena. Ya después de desayunar se me pasa. Gallo pinto, no soy digno de que entres en mi boca, pero una cucharada tuya bastará para sanarme.

  • Domingo 5 de abril del 2020

    Miro mi maleta en la esquina de la habitación. Ese ha sido su sitio desde que llegué a Bilbao. Después de arrastrarla por Madrid la primera vez que llegué a España y sentir esa inquietud, no como la que tenemos ahora injertada en las costillas, sino una movida por los deseos de aventura. También fue la misma que me acompañó en Berlín en enero pasado, la ciudad donde extravié mi pasaporte y en donde la incertidumbre me carcomía las entrañas. Era la que iba a acompañarme a Portugal con mis amigas ticas, quienes tuvieron que cancelar el viaje que ahora solo quedará guardado como una ilusión inconclusa. Esa que en estos días asumió el rol de una pesa dentro del gimnasio improvisado de mi encierro. Ahí está la maleta, azul e inerte como siempre, como un recordatorio de que algún día volveré a salir de aquí.

  • Sábado 4 de abril del 2020

    Hoy saqué la basura. Hoy fue igual que ayer. Ya veremos mañana. 

  • Viernes 3 de abril del 2020

    En Costa Rica no hay cuarentena obligatoria. Hasta el momento se han restringido las concentraciones masivas (entre otras medidas), pero principalmente se ha apelado a la buena voluntad de aquellas personas que puedan quedarse en casa. Hasta el momento estaba funcionando relativamente bien; sin embargo, llega Semana Santa y a la gente se le olvida que la pandemia tampoco perdona vacaciones, lo siento, pero en estas circunstancias extraordinarias que estamos viviendo ese concepto no existe. Me molesta principalmente las personas de la Gran Área Metropolitana atiborrando las zonas costeras. En un acto de individualismo mezquino prefieren su confort a evitar propagar más la enfermedad. Se creen invencibles, cubiertos con un manto sagrado que los protege, pero todos sabemos que no es así. Ojalá no tengan que aprender a la mala, lamentando una muerte, ojalá que no.

  • Jueves 2 de abril del 2020

    Yo no sabía qué era el parchís. Había escuchado que había una banda musical infantil con ese nombre, pero si me preguntan por una canción no me sé ni una. Eso sí, la palabra suena a juego. Pues bien, ayer jugué por primera vez, de visita, contra tres locales (una navarra, un malagueño y un riojano). No ayudó a mi confianza haber encontrado en Wikipedia que se trata de una actividad muy popular en España. Oh no. Una primera partida para saber qué números pedirle a la suerte y cómo hacer para que las fichas avancen hacia su destino final. Esa no cuenta, era práctica. La de verdad comenzó normal. Algunos se adelantaban, pero nada extraordinario. Entre risas, como debe ser, e insultos, como debe ser, logré colocar un lindo bloqueo que permitió a mis otras dos piezas avanzar solitarias hasta arribar al centro del tablero. Fue cuestión de tiempo para que las otras dos se reencontraran con sus colegas. Gané, de visita y a los favoritos. Así debió sentirse Alemania cuando derrotó a Brasil en el mundial del 2014. Mirá, yo usando referencias de fútbol. Esta cuarentena… En fin, la pasamos de maravilla, desapareciendo las fichas del tablero y a ratos también la incertidumbre. Está de más decir que todo esto, como la mayoría de nuestras interacciones durante estos días, fue a distancia. Y como alguien me dijo que me salió poético, pues aquí lo dejo: algún día lanzaremos dados de verdad.

  • Miércoles 1 de abril del 2020

    Así como existen días de incertidumbre, también hay días en los que la esperanza revive de entre los muertos. Un pequeño paso, una motivación, un plan a futuro, cualquiera se convierte en combustible para no rendirse. Imaginar los abrazos que vamos a dar, a quiénes se los vamos a dar. No se trata de ponerse una venda en los ojos, sino de sortear a la incertidumbre, capaz de asesinar cualquier pensamiento positivo refugiado en nuestras mentes. Sobreviviremos.

  • Martes 31 de marzo del 2020

    Durante la conexión habitual entre la hamaca del patio de mis papás y la cama de mi habitación, mami y yo ideamos una nueva figura literaria. Nos la guardamos para el futuro. De seguro ha sido usada en miles de textos, pero en nuestras mentes la inventamos nosotros. Yo soy muy de metáforas, diría mi amigo Pablo, el que me llama por las tres primeras letras de mi nombre. Aunque algunas metáforas que tejo no le gustan, uy, otra metáfora. Igual y se ríe, con eso me basta. Hablando de todo un poco como los locos, hoy hablé con una costarricense que vive en Vitoria, y como buena tica, me invitó a que “cuando pase todo esto” la visite en su casa, a pesar de ser perfectos desconocidos. Lo mejor de todo es que, probablemente “cuando pase todo esto”, lo voy a hacer.

  • Lunes 30 de marzo del 2020

    La incertidumbre es como un grillo después de un día de lluvia. Un ruidito de fondo sin importancia, pero cuando le prestamos atención martilla los tímpanos. Eso es lo peor de la cuarentena, cuando nos las damos de Nostradamus e intentamos predecir hasta cuándo estaremos así. Quizá dos semanas, tres, cuatro o las que quiera este año de la rata, ¿y después? ¿Cuál será la normalidad? ¿Qué será la normalidad?

  • Domingo 29 de marzo del 2020

    Estos días siameses de cuarentena ya no tienen fronteras entre sí. Sé cuándo es miércoles o viernes o domingo, pero al final todos se sienten iguales. Lo de llamarlos de una u otra forma a estas alturas parece más una costumbre heredada que no sirve de mucho, como decir “salud” después de que alguien estornuda. Bajo esta premisa me voy a dar permiso de contar hoy lo que no tuve chance de escribir aquí ayer. Mi amigo Fey (el mexicano que habla bajito, tal vez lo conozcan) me mandó un mensaje diciéndome que estaban transmitiendo en no sé qué canal un programa sobre Costa Rica. De inmediato lo busqué y di con él justo cuando estaban en Playa Tamarindo. Ese fue uno de los lugares que visité con mis amigos ticos antes de venir a España. Ya solo eso me despertó recuerdos. De repente estaba en la cocina de mi apartamento viajando por uno de los países más lindos del mundo (ahí me disculpan). Paisajes exuberantes: desde mi Guanacaste hasta Alajuela. Incluso San José, que es una de las ciudades más poco agraciadas que conozco, se veía linda. En un momento de este recorrido, la producción de aquel programa pasó por unas fiestas patronales donde en un salón de baile la música estaba a tope. Cuando me percaté, los golpes de la marimba entraban por mis oídos y, después de tocar fibras emocionales, desembocaron por mis ojos a través de lágrimas. No me malinterpreten, no soy patriotero, lo cierto es que uno guarda en la memoria aquello que le evoca los lugares y momentos en los que ha sido feliz.

  • Sábado 28 de marzo del 2020

    Esa sensación que no llega a ser preocupación, pero tampoco tranquilidad. Como una piedra alojada entre los pulmones, que no incomoda ni asfixia, pero que inquieta porque está allí, quietecita, donde no debería de estar. No sé si existe una palabra que describa esa emoción. De ser así, debería llevar el prefijo “pre” al inicio, ya que se trata de una situación previa a un hecho que no ha acontecido y que a lo mejor nunca llegue a pasar. Preangustia, tal vez. No, mejor precongoja, más criollo. Me siento ridículo, idiota, hasta avergonzado por este sentimiento; sin embargo, aunque le diga a mi mente que se controle, la mente entra en un dilema filosófico porque se está pidiendo a sí misma que detenga algo que ha creado. Quizá son las dos semanas que llevo en confinamiento el tiempo justo para que este je-ne-sais-quoi haya brotado en mi ser, y la idea de que hoy las suelas de mi calzado pisaran la calle otra vez ha sido el mejor fertilizante. Continuará aquí.

  • Viernes 27 de marzo del 2020

    Hoy mi hermana Alexa cumple 15 años. Ella arribó al mundo 17 años después que Alex, 15 años después que yo y 9 años después que Ronny. Como podrán imaginarse, se convirtió en la chineada (consentida, para los que no hablen tico) de la familia. Cuando obtuve la beca para venir a estudiar a España pensé en todo lo nuevo que iba a experimentar, pero también en lo que me iba a perder, y uno de esos momentos era su fiesta de quinceañera. Conforme ella se ilusionaba, mis papás se estresaban, ya que organizar un evento de esos, por más modesto que este sea, carga con toda la intensidad de la adolescencia. Estos días en los que el reloj avanza a velocidad media ya no hay sorpresas, todos los planes tienen el mismo final fatídico, ya sabemos que el mayordomo es el asesino antes de que inicie la película. Sin más, la fiesta tuvo que cancelarse. A pesar de las circunstancias, me alegra haber podido llamar a mi hermana, hablar con ella de gatos y más gatos, y desearle que la felicidad que le ha dado a mi vida se multiplique para ella al infinito elevado al cuadrado con alguna fórmula que ningún matemático haya descubierto aún.

  • Jueves 26 de marzo del 2020

    Siempre tengo estas discusiones internas de si es saludable convertir los pasatiempos en tu forma de vida. A mí me encanta cocinar, y he pensado que, si me devolviera a mis 17 años justo al momento en el que decidí estudiar periodismo, tal vez hubiese optado por la gastronomía en su lugar. Pero luego vuelvo a la realidad y creo que en aquel instante fue la opción correcta. Tampoco me malinterpreten, amo mi profesión, la satisfacción que da un artículo terminado, el hablar con la gente, el contribuir en la construcción de una sociedad más igualitaria y justa. También me he peleado en muchas ocasiones con esta y he querido dejarlo todo botado. Al final terminamos reconciliándonos. Hasta estos cuestionamientos vocacionales tienen cabida en el encierro. En fin, yo sigo escribiendo y cocinando con lo que tengo a mano.

  • Miércoles 25 de marzo del 2020

    No deja de asombrarme la manera en la que podemos conectar con otras personas a la distancia. Somos seres sociales, unos más que otros, necesitamos sentirnos parte de una comunidad, parte de algo. Me conmueve cuando alguien a quien tenía tiempo de no pensarlo me piensa a mí y regresa a mi cabeza, no solo como un recuerdo, sino como el presente. Aquel profesor de la secundaria, aquel amigo de la adolescencia, aquel excompañero de trabajo. Tal vez son conversaciones aprendidas, un “estoy bien” que responde a un “¿cómo has estado?”, un “cuidate” que da paso a otro “cuidate vos también”, en medio una anécdota se cuela, una imagen fija en el pasado, y ahí se extinguieron las palabras, pero el sentimiento de que le importás a alguien y de que te importa alguien se queda. Si hay algo que se le puede agradecer a esta cuarentena es eso.

  • Martes 24 de marzo del 2020

    Años atrás me sentaba por las noches a ver un programa de cocina dirigido por dos monjas de claustro. Sor Liliana y Sor Beatriz pertenecían al Convento de las Hermanas Concepcionistas Franciscanas de Segovia. Sus recetas tenían un serio problema de duopolio entre el aceite y la harina de trigo, pero igual me maravillaba observar la metamorfosis de esos dos ingredientes en sus manos. ¡Qué contenta se ponía Sor Beatriz cuando podían rellenar algún pan con un trocito de chocolate! Hoy el recuerdo de ellas dos visitó mi mente mientras me encontraba yo en mi propia alquimia con el aceite de oliva y la harina de maíz, que han sido recurrentes en mis platos últimamente. Tantas veces que me burlé por el acaparamiento de dos productos habiendo tantas opciones. De repente, me vi convertido en una monja de claustro, con limitación de componentes para mis comidas (es final de quincena, tendré que salir pronto a hacer las compras), encerrado y sin contacto físico con el mundo exterior. No recuerdo en qué momento acepté estos votos monásticos, pero aquí sigo a la espera de poder romperlos pronto.

  • Lunes 23 de marzo del 2020

    Terminé el día con la espalda molida, pero con una sonrisa. No le he dado oportunidad al aburrimiento de que me mantenga cautivo, con ser rehén del coronavirus me basta, y junto a Pablo hemos estado bastante ocupados. Ayer por fin salimos con el proyecto que nos genera mucha ilusión: ‘Relatos en tiempos de pandemia’. Es nuestra respuesta al confinamiento, a nuestro deseo de ser cómplices de las historias que quieren fugarse, aquí, en Costa Rica y en donde sea. Por el momento, se nos han sumado Ana y Pablo (Sáenz), cuyos aportes han sido valiosísimos. Esperamos que se nos unan más. Concluyo este párrafo, que sigue la filosofía de la gallina de cacarear sus propios huevos, invitándolos a visitarnos en el sitio.

  • Domingo 22 de marzo del 2020

    No conozco la primavera. En el medio del planeta, de donde vengo, hay días en los que cae toda el agua del cielo y días en los que la piel se nos quiere caer debido al sol incandescente que nos traspasa el cuerpo, nada de medios términos. Ni siquiera tienen nombres que inspiren poesía como otoño, invierno… no, allá se llaman estación seca y estación lluviosa. En fin, que cuando supe que vendría a Europa me emocionó el poder vivir cuatro estaciones diferentes, experimentar cómo se sienten. No se burlen, los hijos del trópico desconocemos la nieve y tampoco hemos visto resucitar a los árboles que se despiden de sus hojas por un tiempo, entonces nos hace ilusión descubrir por qué tanto alboroto. Bueno, hace unos días escuché que la primavera por fin llegó, pero yo no la he sentido, no la he visto. Frente a mí no tengo un parque ni vegetación. Si me inclino un poco por la ventana puedo ver asomarse a un arbusto a la vuelta de la calle, lo veo igual, ningún cambio. Será que romanticé mucho este momento. Al menos me conformo con ver las flores en el balcón de la vecina del frente, rojísimas, que, por cierto, aprendí días atrás que es un color muy latino.

  • Sábado 21 de marzo del 2020

    Un amigo se aventuró a salir (porque sí, ahora este simple acto ahora se convierte en anécdota) y me encontré pidiéndole que me contara cómo son las calles de Bilbao. He cumplido a eso del mediodía una semana completa sin abandonar el apartamento. Una semana. Nunca en mis 29 años, cinco meses y 21 días de vida había estado encerrado tanto tiempo en un solo lugar, excepto, claro está, aquellos momentos de la infancia, sin uso de razón, que debemos creer que sucedieron como dicen que sucedieron los que llegaron antes que nosotros. Y de este sábado en adelante seguiré batiendo mi propio récord hasta que la despensa se vacíe o el basurero se llene. En el preámbulo del pequeño ¿aniversario? de mi confinamiento, terminé de leer “Mañana en la batalla piensa en mí” de Javier Marías, una novela que sin quererlo se convertirá para siempre en el primer libro que me acompañó durante la pandemia. Me encontré en sus páginas una especie de epílogo a un pensamiento que ha rebotado en mi mente, que ha sorteado a la incertidumbre que encontró nido en mi cabeza, y es a cuándo llegará el final de todo esto. Adelante, don Javier, instrúyanos: “Fue todo muy rápido también el lunes y el martes como lo parece todo cuando finalmente llega, entonces se tiene la sensación de que todo se ha precipitado y es corto y era escasa la espera, y de que podía haber venido aún más tarde; todo nos parece poco, todo se comprime y nos parece poco una vez que termina, entonces siempre resulta que nos faltó tiempo y no duró lo bastante (aún estábamos contemplándolo, aún dudábamos, qué pocas cartas y fotografías y recuerdos me quedan), cuando las cosas acaban ya son contables y tienen su número”.

  • Viernes 20 de marzo del 2020

    Y así fue como me encontré a media mañana desconfiando del jabón. Era la segunda sesión (¿o tercera? Realmente no llevo la cuenta) de nado sincronizado a la que asistían mis manos ese día. Una coreografía que ha ido tomando técnicas prestadas de los gurús de la higiene más relevantes a nivel mundial. Mientras lavaba mis pulgares (ya saben, después de frotar las palmas, el dorso de las manos, también entre los dedos, pero antes de restregar las yemas y las uñas) volví a ver esa botella plástica transparente que me dejaba ver sus entrañas líquidas blanquecinas y pensé: “aquí estoy, dándolo todo, cantando cumpleaños a la nada (dos veces seguidas), peleando con mi conciencia para no sentirme culpable por el desperdicio de agua, y es probable que este jabón es de esos que solamente perfuman”. De inmediato frené la danza de mis manos y comencé a auscultar esas letras pequeñas de la etiqueta que nadie ve, según yo, esperando encontrar una leyenda que dijera “tranquilo, matamos a todos esos bichitos que te tienen encerrado en tu apartamento desde hace una semana”, pero nada, solo ingredientes que vaya quién a saber qué hacen. Ya con la desesperanza que se siente cuando el aliado se convierte en traidor, me topé con la frase “Protege la piel de las agresiones externas”, un compromiso serio, “vine buscando cobre y encontré oro”, pasó por mi cabeza. Me sentí un poco ofendido porque ese pequeño envase me creyera tan crédulo, pero los hipocondríacos nos creemos cualquier cosa bonita que nos digan. Tras este absurdo episodio, mis manos retomaron sus contorsiones y mi preocupación se movió a otro lugar: ya solo queda media botella de ese jabón líquido capaz de protegerme de las agresiones externas.

  • Jueves 19 de marzo del 2020

    Anoche soñé que abría el cajón del armario de una casa ajena y salían ratas a raudales. En serio, era físicamente imposible, como ocurre en los sueños, que de un espacio tan reducido brotaran tantos roedores a la vez. Y yo con mis brazos sin fuerza, como ocurre en los sueños, intentaba sostener sin éxito la manilla de la gaveta para detener el frenesí mamífero. Junto a mí había un hombre cuyo rostro no correspondía a la persona que se supone debía representar en mi escenario onírico, como ocurre en los sueños, y se limitaba a atrapar las ratas y a reventarlas contra el suelo, donde explotaban como globos repletos de agua. En uno de sus lanzamientos uno de los animales rebotó y terminó aferrado a mi mano de un mordisco. Intenté gritar, pero no podía, como ocurre en los sueños. Cuando me di cuenta eran las 3:45 a.m., había abandonado la casa infectada de ratas y me encontraba en mi habitación con una comezón que me recorría todo el cuerpo. Se supone que en este diario debo relatar lo que ocurrió durante el día (lo que pasa cuando estoy despierto), pero ya se están acabando las novedades y lo más emocionante sucedió mientras tenía los ojos cerrados.

  • Miércoles 18 de marzo del 2020

    Hoy desayuné gallo pinto mientras acompañaba a Nati y a su insomnio que la desvelaba a siete husos horarios de distancia. Pablo y yo intentamos desafiar a los tiempos muertos propios del encierro maquinando la manera de liberar los relatos que queremos contar. Amanecí con 70 mensajes de Ana, Fer y Vero hablando de un artefacto para hacer jugos, de los que ofrecen en esos programas de ventas por televisión, y me encontré ilusionado leyendo detenidamente cada una de las palabras para no perderme los chistes internos a futuro. Y en medio, más chats de amigos y familiares. Para ser honesto, he sostenido más conversaciones recientemente que en uno de aquellos días pretéritos sin pandemia. Y para tranquilidad de todos ellos, yo sigo bien, a veces preocupado, a veces no, pero bien.

  • Martes 17 de marzo del 2020

    La tía Rosario me pregunta si estoy bien, el tío Alejandro me recuerda que debo lavarme las manos (como si pudiese librar de mi agenda una de las pocas actividades que tengo durante el día), y con mami nos reímos de tonterías, me cuenta cuántos grillos se ha comido mi gato durante la mañana y también que decidieron cancelar la fiesta de 15 años de mi hermana, a quien en el fondo escucho furiosa. Allá en Costa Rica ya son 50 los casos confirmados de coronavirus, que parecen poquitos frente a los más de 11 mil en España, pero aquí viven 46 millones de habitantes, que parecen muchos frente a los 5 millones de ticos. Lo bueno es que la pandemia me atrapó con un teléfono en mano que me permite escuchar a las tías preguntándome cómo me siento, a los tíos recordándome sobre mi higiene y a mami riendo, todo ello con un océano de por medio.

  • Lunes 16 de marzo del 2020

    Hoy el Sol no quiso burlarse de nosotros. El primer fin de semana de confinamiento tocó a las ventanas como invitando a salir, pero hoy ya no, se apiadó de los encerrados. Bilbao volvió a ser la postal viviente de una ciudad con lluvia. Contemplar el cielo, el pasatiempo de los que tenemos tiempo de sobra para ver por la ventana. Por supuesto que en medio hay otras actividades: cocinar, atender ruedas de prensa, pasar las páginas de un libro que ya no es tan interesante, jugar videojuegos y ver series hasta aburrirse, hablar con amigos. Leer, escribir, escuchar y vivir la palabra coronavirus como en un bucle infinito.

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